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Soluciones colaborativas para la crisis

Uno de los grandes objetivos de la escuela contemporánea es la formación del ser humano integral. La integralidad que se busca es la expresión de un ser humano en sus múltiples dimensiones, satisfecho con su individualidad, pero también la de un ciudadano empático, vinculado a la sociedad.

La escuela debe reflejar este deseo en su vida diaria, como parte integral de sus valores y prácticas. Promover la gestión colectiva donde cada participante aporta su sabiduría y experiencia es un gran ejemplo para la comunidad escolar.

Sin embargo, no es difícil, cuando se propone una gestión colectiva, caer en un proceso de reunión y construcción donde los puntos de vista divergentes no encuentran síntesis prácticas, donde los colaboradores no acostumbrados a la participación colectiva no se expresan, donde las personalidades más fuertes imponen sus puntos de vista y dónde se imponen las jerarquías en el grupo.

Todos los miembros de la comunidad escolar deben aportar sus conocimientos

Construir una estrategia de colaboración, en lugar de una solución, puede convertirse en un gran problema. Sin embargo, en este mundo volátil, incierto, complejo y ambiguo (VUCA, por sus siglas en inglés), ya no se puede renunciar a la experiencia y los conocimientos existentes en cada uno de los miembros de la comunidad escolar (líderes, maestros, personal administrativo y familias).

La crisis del coronavirus provocó una serie de acciones que demuestran claramente que la complejidad requiere la fuerza de todos. No podemos equivocarnos: las crisis serán la nueva normalidad. Desde la salud psicológica de los estudiantes hasta el cambio climático, desde la aleatoriedad de la economía hasta los estados de ánimo políticos.

Por lo tanto, el uso de herramientas de gestión colectiva, como la organización de conversaciones, el flujo de opiniones y argumentos, el registro de ideas e incluso la simple preparación de actas y directrices se vuelven esenciales para que la escuela no se pierda. Con este fin, hoy existen muchas formas de gestionar la expresión colectiva, sus deseos y propuestas, sin renunciar a la eficiencia administrativa y la velocidad en la toma de decisiones.

El Design Thinking como enfoque

Uno de los enfoques más interesantes es el Design Thinking (DT). Superar las modas pasajeras y centrarse en este enfoque como una forma de mejorar la escuela puede ser una excelente posibilidad para evitar disipar la energía de la comunidad y ganar firmeza en las decisiones.

DT busca resolver problemas de manera colectiva y colaborativa, en los que las personas se colocan en el centro. El proceso consiste en tratar de mapear y fusionar la experiencia cultural y el punto de vista de todas las personas, con el fin de obtener un análisis ampliado de un contexto dado y una síntesis colectiva y poder así identificar mejor las barreras y generar alternativas viables para superarlas.

Este enfoque está muy cerca de las ideas y prácticas del mundo de la educación humanista: la valorización del conocimiento del aprendiz, típico del pensamiento piagetiano; la inversión en experiencia y la resolución de problemas prácticos profesados ​​por John Dewey; el valor de la cultura comunitaria presente en Vygotsky; el trabajo de campo, típico del pensamiento freinetiano. Podemos reconocernos como diseñadores y educadores en este enfoque colectivo para la resolución de problemas.

Abordar los problemas internos

Muchas escuelas han utilizado DT como una forma de abordar sus problemas internos. Como ejemplo, recuerdo el trabajo desarrollado por Colégio Rio Branco de São Paulo, dirigido por la directora general Esther Carvalho. Se utilizó para debates estratégicos y la organización de nuevos espacios educativos, y se ha utilizado diariamente para planificar acciones pedagógicas.

Existen muchos otros enfoques y métodos que pueden aplicarse a una gestión colectiva eficiente. En el mundo contemporáneo, lo importante es colocar los talentos individuales, el esfuerzo colectivo, la gestión horizontal, el respeto por todos los puntos de vista y la certeza de que solo podemos formar seres integrales y enfrentar fenómenos como el coronavirus como un valor central.

El gerente como diseñador, conectando diferentes campos de conocimiento, estimulando la creatividad y el potencial de sus colaboradores se convierte en un talentoso narrador de historias, cuya habilidad se mide por su habilidad para crear una narrativa coherente, creíble e inspiradora que mueva toda la comunidad.

Miguel Thompson es director Académico de la Fundación Santillana en Brasil

Texto publicado originalmente en la 266 edición de Revista Educação