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Reimaginar la educación para el próximo curso

¿Hace falta reimaginar la educación o reformularla y reconfigurarla en este nuevo contexto tras la pandemia?

Cada vez que abordamos una situación de emergencia humanitaria en cualquier lugar del mundo nuestro objetivo, además de la atención inmediata a las víctimas, es intentar que una vez se supere el trauma la vuelta sea a mejor. En este “volver a mejor” la imaginación, la creatividad son fundamentales. En educación se nos juntan viejos y nuevos problemas. Debemos releer en qué consiste el derecho a la educación y recorrer nuevos caminos para su total cumplimiento.

En el documento de UNICEF se habla de trabajar juntos y fomentar la colaboración entre los distintos actores involucrados en el problema. ¿Crees que eso será posible el próximo curso? La administración, uno de esos actores, ha estado un poco alejada hasta la fecha…

Tenemos ante nosotros el desafío de evitar un inicio de curso conflictivo. Será difícil conjugar los intereses de los diferentes miembros de la comunidad educativa, y ahí niños, niñas son los que tendrán menos posibilidades para manifestar sus reivindicaciones con relación a sus derechos, a sus necesidades. Creemos que establecer procesos de consulta, coordinación y comunicación será la única forma de sortear la confusión y el conflicto.

¿La escuela está preparada ya para dar respuesta al curso que viene? ¿Tiene ya un plan de emergencia o hay centros que se han quedado a un lado?

Estamos viendo que la pandemia evoluciona y hace cambiar cada poco tiempo nuestros planteamientos. Es cierto que necesitamos instrucciones y protocolos claros, que nos den seguridad y amparo, pero la medida más efectiva será la actitudinal. Mientras no haya tratamientos o vacunas hemos de adoptar un enfoque de emergencia. Esto implica ser capaz de vivir con la incertidumbre y defender el derecho a la educación en cada contexto, en cada decisión. Ahí observamos centros que han dado ese paso y estarán en mejor situación que aquellos que esperan un guión perfectamente definido.

Con todo lo que la sociedad ha pasado y está pasando, ¿en este momento la educación está a salvo?

Esta pandemia ha golpeado con contundencia nuestra salud (física y mental), y lo sigue haciendo en muchos lugares del mundo. Esto es evidente y visible, todos tenemos casos cercanos. La crisis social y económica que se está abriendo nos afectará en el corto y en el largo plazo. Si la educación ve comprometida su financiación, la salud de sus profesionales, su metodología basada en la presencialidad y el papel de las familias, solo un esfuerzo colectivo y un reconocimiento como bien público de primera magnitud la podrá sostener cumpliendo con la función que deseamos y que nos marcan los Objetivos de Desarrollo Sostenible (inclusión, equidad, calidad y para toda la vida).

De las fases de emergencia de las que habláis en vuestro documento (prevención, mitigación, preparación, respuesta y recuperación), ¿cuál llevamos más preparada en estos momentos de cara al curso que viene?

Durante los primeros momentos de la emergencia se hizo evidente que se había fallado en la prevención y la preparación; no existía un plan de emergencia en educación. De hecho, estamos promoviendo que la futura ley de educación contemple actuaciones en casos de emergencias de salud pública o ambientales. Puede que la escuela esté cerrada como edificio, pero la educación nunca debe detenerse y para ello es necesario una planificación.

Ahora estamos de lleno en la recuperación. Hay que hacer rápido balance de un cierre de curso complicado y asumir que no podemos repetir errores que incidan en un aumento de la desigualdad o penalicen a los más vulnerables.

¿Qué tipo de aprendizajes han hecho los/as alumnos/as en estos meses? ¿Qué es lo más positivo que han sacado de esto?

Desde luego, chicos y chicas han vivido algo que marcará su generación. Paradójicamente, de alguna forma les ha conectado con algo más grande a la vez que se recluían durante el confinamiento. Para los que han convivido con la enfermedad y sus peores consecuencias ha sido traumático. También para aquellos que la escuela suponía un lugar en el que sentirse protegidos, cuidados y donde recibir ese empujón que compensara sus lastres.

También hay que mirar a esos niños y niñas que, de algún modo liberados de la disciplina escolar, que no permite gran personalización, han descubierto cierta motivación en gestionar su aprendizaje a ritmos diferentes. Pero claro está, esto solo se puede dar en ambientes propicios de acompañamiento afectivo y de recursos culturales y materiales.

¿Se ha cumplido el derecho a la educación de los/as niños/as? ¿En qué hemos fallado si es que se ha incumplido?

En estos últimos meses el esfuerzo titánico de docentes, familias y los propios niños ha valido la pena. También conocemos casos en los que desde los primeros días de marzo no hemos vuelto a tener constancia del desempeño de algunos alumnos.

El sentimiento de añoranza a nuestra escuela prepandémica no puede ocultar que nuestro sistema educativo es mejorable, basta con mirar nuestras tasas de abandono temprano, de repetición o los problemas de inequidad y segregación que arrastramos. Fallaremos como sociedad si no hacemos de la educación un pilar de nuestro presente y de nuestro futuro. Solo alcanzaremos un pacto educativo en la política si tejemos antes un pacto social por ella.

¿Qué significa e implica el concepto de reconstrucción educativa?

Es necesario establecer medidas en los centros educativos encaminadas a garantizar el funcionamiento seguro del centro educativo, la continuidad del aprendizaje, la inclusión de las personas y colectivos más vulnerables y el bienestar y la protección de la infancia. Ninguna administración puede subestimar la importancia de una adecuada dotación de recursos financieros en el sistema educativo para garantizar el derecho a la educación en el contexto de la emergencia.

¿Cuáles son los puntos en los que hay que incidir más en el próximo curso para fortalecer el compromiso de la comunidad educativa con la agenda 2030?

Dado que es evidente que debemos cambiar cosas, en la agenda 2030 encontramos precisamente una buena orientación para enfocar los próximos pasos. Y hay un punto muy claro, la necesidad de alianzas. Nadie podrá salir solo de esta crisis.

¿En qué consistió el plan de Eketahuna (Nueva Zelanda), que aparece como ejemplo en el documento de UNICEF?

Este es un ejemplo que quisimos mostrar más que para trasladarlo, porque es de un contexto muy diferente, para inspirar un cambio. Ya en 2011 se dotaron de un plan de emergencias para afrontar una epidemia de gripe. El Ministerio de Educación de Nueva Zelanda tiene unas directrices en su página web para que los centros adopten un plan de emergencia ante cualquier pandemia. Se establece que el Ministerio de Salud es el líder en estos casos y, a partir de ahí y de la naturaleza de la pandemia, se dejaba a criterio de cada centro educativo su concreción.

Vendrán otros escenarios, seguramente marcados por el cambio climático (episodios de contaminación, elevada radiación solar, fenómenos meteorológicos extremos), que podrían interrumpir la educación si no aprovechamos esta situación para plantear alternativas a la completa presencialidad.

¿Cómo debe ser el nuevo modelo pedagógico y cómo prepararse para escenarios que pueden ser muy diversos (desde una semana presencial y otra online, clases con la mitad de los alumnos, un nuevo concepto de socialización entre los niños y niñas…)? ¿No resultará demasiado complejo adaptarse a la realidad?

Es cierto, adaptarse será complejo porque nunca estuvimos preparados para ello. Nunca pensamos que esto nos podría pasar y desde ahí todo serán frenos, obstáculos y reticencias. Sería un tremendo error tratar de trasladar literalmente nuestro sobrecargado currículo a un entorno virtual. Son muchos cambios los que se deben dar simultáneamente y comprendo que esto da vértigo. Por nuestra parte confiamos mucho en nuestros docentes. Sabemos que necesitan apoyo y es el momento de contar con ellos. También con niños y niñas. La reivindicación histórica de su derecho a la participación puede hacerles protagonistas del cambio en vez de meros receptores de ellos.

¿Cuál es la necesidad más acuciante a la que destinar esos 2.000 millones de euros que aporta el Gobierno a la educación?

Desdobles, nuevos agrupamientos y seguimiento telemático precisan de más profesorado. También invertir en las plataformas educativas que permitan que la experiencia de educación online sea inclusiva, de calidad y segura. Ya estamos viendo que los rebrotes pueden suponer nuevos confinamientos de cantidades importantes de población. Junto con esa inyección extra es clave que recuperar la inversión en educación en los presupuestos generales. Aún así, nadie tiene todos los recursos que serán necesarios. La colaboración se presenta como la única alternativa.

¿Cómo se consigue con financiación que ningún niño se quede atrás cuando existen problemas como la conciliación familiar?

La conciliación también es una tarea colectiva, no es exclusiva ni de las familias, ni de las empresas ni de la escuela. Es necesario ese pacto social que haga que todos podamos contribuir desde nuestra parcela. Las medidas en el ámbito educativo pueden reforzarse con mecanismos interinstitucionales para la cesión de espacios y la prestación de servicios de apoyo por parte de otras administraciones. La conciliación real requiere de medidas en el ámbito laboral: flexibilizar o reducir la jornada laboral, permisos retribuidos o teletrabajo.

¿Qué papel tendrá el tutor el próximo curso? ¿Están los tutores preparados para asumir un papel tal vez más de acompañante emocional de los/as alumnos/as?

En estos meses quizá haya sido más importante ese acompañamiento emocional que lo que se haya podido avanzar curricularmente, especialmente en los niños que han sufrido más. En el próximo curso no podemos descuidar ningún aspecto y junto al bienestar el tutor deberá velar por los aprendizajes y el cumplimiento de objetivos.

¿Qué hemos aprendido todos/as, y especialmente la escuela, de lo que ha ocurrido?

Quizá lo frágiles que somos, incluidas sólidas instituciones como la escuela. La pandemia ha desnudado la realidad y nos ha mostrado con crudeza aspectos de nuestra sociedad que nos duelen y que ahora estaríamos en disposición de remediar. Trabajamos por los derechos de la infancia en todo mundo. En nuestro país son ley desde 1989. Recordarlos y revisar nuestra práctica desde ese enfoque es uno de los aprendizajes más serios que podemos abordar.

 Planificar y preparar: ¿qué dimensión tienen ahora estos conceptos?

Dimensión de emergencia. El curso es muy largo y puede ocurrir de todo. Lo único que no puede suceder es que la educación se detenga. Es un asunto de todos. Es un derecho de la infancia. Es una cuestión de justicia.

Las palabras de Nacho Guadix nos dejan muchos conceptos e ideas sobre los que reflexionar, sobre los que pensar si estamos o no estamos haciendo las cosas bien, si estamos preparados para lo que pueda venir. Efectivamente, la escuela es una institución que ha mostrado su fragilidad. Es el momento de unir manos e ideas para hacerla más fuerte. No podemos volver a dejar a nuestros/as alumnos/os desprotegidos.

La educación nos une.