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¿Qué son las Habilidades 21?

Group of happy young students in library

¿Cómo preparar a los estudiantes para los escenarios de futuro? Los educadores deben anticiparse a las tendencias, a las necesidades que los alumnos van a tener dentro de unos años.  Está claro que estamos pasando por un momento histórico repleto de cambios en la educación, que nos gustaría saber cómo va a ser el mundo dentro de treinta años, pero aunque el futuro es incierto, somos nosotros quienes participaremos en su cambio.

En su libro ¿Qué hay que aprender hoy? De la escuela de las respuestas a la escuela de las preguntas, publicado por Fundación Santillana, Axel Rivas, profesor, investigador y director de la Escuela de Educación de la Universidad de San Andrés, Argentina, asegura que “anticipar el futuro es un trabajo imposible pero necesario. ¿Cómo formar para un mundo incierto?, ¿qué tipo de habilidades y conocimientos tendrán sentido y valor en el futuro?” Intentemos dar respuesta.

Decía el educador, filósofo y psicólogo estadounidense John Dewey, quizá el más importante de la primera mitad del siglo XX, que “el ideal no es que un niño acumule conocimientos, sino que desarrolle capacidad”. Por eso, la pregunta de este siglo no es qué deben aprender los estudiantes en la escuela, si no para qué, para desarrollar qué capacidades y habilidades.

Los educadores deben preparar a sus alumnos para que desarrollen una serie de competencias que les hagan desenvolverse en un mundo cambiante. Este asunto no es nuevo, y todos lo sabemos, pero sí va adaptándose a los tiempos, desde la clasificación de estas competencias en cuatro ámbitos de Carles Monereo y Juan Ignacio Pozo de 2001 en su documento Competencias para (con)vivir con el siglo XXI:

  • Gestión del conocimiento
  • Convivencia y las relaciones sociales
  • Autoestima y ajuste personal
  • Acceso al mundo del trabajo

 

Fundación Santillana ha basado su visión de estas capacidades en documentos como EnGauge 21st Century Skills, que consideran fundamentales habilidades como la alfabetización en la era digital, el pensamiento creativo, la comunicación afectiva y la productividad.

A lo largo de los años, estas habilidades han ido adaptándose a la forma de la nueva sociedad, si bien es cierto que, como hemos dicho antes, es ahora cuando esta está experimentando un cambio rotundo, sobre todo educativo.

La OCDE, en 2005, marcaba tres habilidades: actuar de forma autónoma, usar herramientas de forma interactiva e interactuar con grupos heterogéneos.

Asociaciones como la Association of American Colleges & Universities o la International Society for Technology in Education (ISTE) hicieron sus propuestas. También Helen Haste, que ya en 2007 propuso cinco competencias para los ciudadanos del siglo XXI, todas con una doble dimensión cognitiva y ética:

  1. La gestión de la ambigüedad y la diversidad.
  2. La capacidad de asimilar adaptativamente el cambio tecnológico.
  3. La capacidad de encontrar y mantener conexiones en la comunidad.
  4. La gestión de la emoción y la motivación.
  5. La ciudadanía y la responsabilidad moral.

 

La Unesco, por ejemplo, en 2015, hablaba de aprender a ser, de saber conocer, de aprender a hacer y de aprender a vivir juntos. Y la OCDE, en el contexto del futuro de la educación para 2030, de la necesidad de un amplio conjunto de conocimientos, habilidades, actitudes y valores en acción. Todos ellos y otros muchos han compuesto nuestro marco de referencia para formular lo que consideramos las habilidades 21.

Pero, ¿en qué contexto se están formando nuestros alumnos en lo social y en lo educativo? Especialistas y líderes de la educación y empresariales han identificado una brecha entre las habilidades que se necesitan en los empleos y las que se adquieren en la escuela. La 4ª Revolución Industrial, con la automatización, la robótica y la inteligencia artificial está provocando pérdidas de empleos cualificados. Diversos estudios señalan que en los próximos años trabajos actualmente ocupados por seres humanos serán automatizados. Según el Foro Económico Mundial, más de 70 millones de empleos desaparecerán en tan solo 5 años y emergerán más de 130 millones derivados de los avances tecnológicos.

Por otro lado, y como subraya Axel Rivas en su libro, “en la dimensión social y cultural vivimos enormes desafíos. El primero y más persistente es la estructura de desigualdades que atraviesa a los países y al mundo en su conjunto. En los últimos 35 años las desigualdades en el mundo han aumentado, pese a que se ha logrado reducir la pobreza extrema… ¿Cómo formaremos a nuestros estudiantes para revertir las desigualdades? ¿Qué tipo de sistemas educativos serán capaces de interrumpir la reproducción de la estructura social? ¿Qué selección de habilidades y conocimientos será capaz de evitar las herencias intergeneracionales de la pobreza?”

Además, la globalización ha creado nuevas fronteras y reforzado otras. “¿Las escuelas deberán seguir forjando el espíritu nacional? ¿O será más importante la noción de ciudadanía global?”, se pregunta Axel Rivas, quien también reflexiona sobre la época de la posverdad  y la manipulación mediática.

¿Cómo enfrentarnos a este panorama social? La educación es la herramienta para preparar a los estudiantes a desenvolverse e interactuar en ese nuevo mapa.

Existe un esquema elaborado por el Center for Curriculum Redesign (2015), centrado en cuatro dimensiones del aprendizaje:

  • †Los conocimientos clásicos y emergentes.
  • Las destrezas o habilidades que permiten poner en uso los conocimientos.
  • Los rasgos de carácter o personalidad que manifiestan formas de ser y el compromiso con el mundo.
  • La metacognición o la capacidad de aprender a aprender.

 

En este contexto, ¿cómo puede decidir el docente qué enseñar? ¿Debe interpretar el currículum establecido? La respuesta es sí.

Con el nuevo paradigma educativo, el alumno se convierte en protagonista de su aprendizaje y los docentes dejan de ser meros transmisores del conocimiento para convertirse en gestores de la información y dinamizadores del proceso de aprender.

Por supuesto, hay que enseñar a los alumnos a formular preguntas, no solo a recibir respuestas. Dan Rothstein y Luz Santana ya nos enseñaron a hacerlo con QFT (Question Formulation Technique): encuentra el enfoque, lluvia de ideas, refinar, priorizar, determinar los próximos pasos y reflejar.

Esta transformación del concepto de educación requiere una revisión y renovación de metodologías, de contenidos, de recursos y de actitudes en lo referente a la labor educativa y a la función docente.

Según algunos expertos educativos, las nuevas habilidades de los estudiantes tienen que incorporarse en los currículos académicos y programas de estudio. Luego, se deben enseñar y practicar con estrategias didácticas eficaces, dándoles la misma importancia que se les da a las competencias cognitivas curriculares. Por último, estas habilidades se tienen que evaluar periódicamente.

Desde Fundación Santillana hemos agrupado lo que consideramos que son las 21 habilidades fundamentales en cuatro escenarios vitales que recuperan los cuatro aprendizajes del Informe Delors, pero adaptándolos a las nuevas situaciones y contextos:

  • El escenario persona. Son habilidades relacionadas con la autoestima y el ajuste personal. Porque no es suficiente con saber, también debemos aprender a ser. La educación no debe olvidarse de las emociones. El autoconocimiento y el autoconcepto son dos habilidades que nuestros alumnos deben aprender a trabajar en la escuela, así como la expresión de las emociones, la autoestima y el ajuste personal.
  • El escenario comunitario. Son las habilidades relacionadas con la gestión del conocimiento y aprendizaje. La escuela debe formar a personas que sean capaces de comprender el mundo que les rodea. Debe enseñar a sus alumnos a ser críticos y a desarrollar sus capacidades de pensamiento analítico, de anticipación, fomentar su curiosidad para aprender a aprender. La curiosidad y la imaginación deben ser desarrolladas en la escuela como parte de su formación.
  • El escenario académico. Se trata de habilidades que favorecen la convivencia y las relaciones sociales. Necesitamos ciudadanos capaces de convivir con la diversidad en todos sus aspectos (social, cultural, económica, étnica, lingüística, de género…) y capaces de participar en ella de manera activa, equitativa y justa. La escuela debe ser un elemento clave a favor de la libertad, de la justicia social y de la equidad.
  • El escenario profesional. Son las habilidades que facilitan el desarrollo profesional y el acceso al mundo del trabajo. El sistema educativo debe garantizar el acceso al mundo del trabajo en las mejores condiciones posibles para que sean personas competentes y preparadas. Debemos formar también profesionales comprometidos con la transformación social y no solo ayudarles a utilizar la tecnología, también a ser capaces de cambiarla.

 

Anticiparnos a las necesidades de los estudiantes, así como la mejor manera de enseñarles y prepararlos para el mercado laboral del futuro es crucial para mantener el valor y la utilidad de la educación.

Por eso, tan importante como saber por qué hacen falta esas habilidades 21 para convertir a los estudiantes en personas competentes en todos los sentidos es saber cómo aplicarlas, cómo enseñarlas, cómo hacer diagnósticos acertados y qué estrategias seguir.

Todo esto lo veremos en nuestro siguiente post, con el que Fundación Santillana continuará generando reflexión.