“La educación alimenta la confianza. La confianza alimenta la esperanza. La esperanza alimenta la paz”. El filósofo chino Confucio dejó esta frase para la posteridad en el siglo V a C. como si se estuviera anticipando a lo que iba a ocurrir 2 500 años después.
El fin último de la educación está muy vinculado a formar a personas que sean capaces de vivir en un entorno en el que la paz sea una realidad. Para ello, la sociedad tiene también que estar preparada para asumir ciertos cambios y saber desenvolverse en un mundo nuevo.
Una de las mayores transformaciones que el ser humano está presenciando la estamos viendo en estos momentos. A medida que se acelera el progreso tecnológico, aparece una sociedad nueva y se hace más evidente que la educación inicial de una persona no va a servirle para toda su vida. Por eso, la educación ahora adquiere la misma importancia que en la época de Confucio.
Los cambios del mundo actual tienen niveles nuevos de complejidad y contradicción, generan tensiones para las que la educación tiene que preparar a las personas, capacitándolas para adaptarse y responder a esos cambios. Por eso es necesario replantearse la educación y el aprendizaje en este contexto.
Una de las tareas principales de la UNESCO como observatorio mundial de las transformaciones sociales tiene como objetivo fomentar los debates públicos sobre políticas educativas. Entre esos debates está el de las habilidades que deben tener los estudiantes para alcanzar el objetivo de adaptarse a esta nueva sociedad, competencias que en Fundación Santillana recogemos dentro de las habilidades21 .
¿Cuáles son esas habilidades en el marco de la UNESCO?
Destaquemos algunas de ellas que son, como ya hemos señalado en la idea anterior, las que propone Fundación Santillana:
- Cimentar conocimientos de contenidos sólidos e integrados.
- Comprometerse con el aprendizaje a lo largo de la vida.
- Ser capaz de aprender en el ámbito de la interdisciplinariedad.
- Ser capaz de desarrollarse en cuatro ámbitos relevantes: (1) concienciación mundial (2) finanzas, economía, empresa y emprendimiento; (3) civismo; (4) salud y bienestar.
- Buscar y valorar la diversidad.
- Trabajo en equipo e interconexión.
- Ciudadanía cívica y digital.
- Competencia global.
- Competencia intercultural.
- Ser capaz de tomar la iniciativa, tener autonomía y responsabilidad.
- Se creativo e innovador.
Y todo ello bajo cuatro ejes centrales:
- Aprender a ser.
- Saber conocer.
- Aprender a hacer.
- Aprender a vivir juntos.
El informe de la UNESCO “Replantear la educación. ¿Hacia un bien común mundial?”, uno de los marcos de desarrollo de las habilidades 21, lanza una mirada hacia la educación de la sociedad del 2030. Está basado en el Informe Delors de 1996. Este proponía una visión integrada de la educación con el concepto ‘aprender a lo largo de toda la vida’ y los cuatro pilares de la educación: aprender a conocer, a hacer, a ser y a vivir juntos, que acabamos de mencionar.
Este informe seguía muy de cerca los principios morales e intelectuales que son el fundamento mismo de la UNESCO y, en consecuencia, sus análisis y recomendaciones eran más humanistas, así como menos instrumentales y condicionadas por el mercado, en comparación con otros estudios de entonces sobre la reforma de la educación.
Los conceptos que analiza el documento de la UNESCO son relevantes en el discurso sociocultural del presente: desarrollo sostenible, humanismo, mundo complejo, bien común, diversidad, tecnología, respeto a los derechos universales de manera que equidad, justicia y educación queden siempre cubiertos….
Y plantea tres preguntas específicas:
- ¿Qué educación necesitaremos para el siglo XXI?
- ¿Cuál es la finalidad de la educación en el contexto actual de transformación social?
- ¿Cómo debe transformarse el aprendizaje?