Una conversación sobre el valor de la escuela con personas tan implicadas en ello como Miguel Barrero y Carlos Magro es siempre una experiencia llena de aprendizajes para quien escucha. Ambos lo hicieron dentro de la última sesión del ciclo de reflexión sobre el sentido de la educación en tiempos de crisis organizado por CIEC y Santillana Colombia. La pérdida de lo social que implica la escuela, la necesidad de flexibilizar el currículum, la importancia de dar autonomía a las escuelas o la crisis económica que se avecina y que impactará de lleno en las desigualdades educativas fueron solo alguno de los temas que se abordaron.

¿Cuál es el valor de la escuela hoy? ¿Ha cambiado con respecto al que tenía antes de que se desatara la pandemia? ¿Podemos decir que donde hay escuela hay esperanza? ¿Y qué ocurre entonces donde no la hay o donde la escuela está cerrada? ¿Nos hemos dado cuenta por fin del gran valor socializador de la escuela? ¿Cómo pueden ver los estudiantes el impacto de lo que hacen en lo que les rodea?
Muchas preguntas y también muchas respuestas. Todas se abarcaron en una charla organizada por CIEC y Santillana que mantuvieron Miguel Barrero, director de Fundación Santillana y Carlos Magro, presidente de la asociación Educación Abierta, y que fue conducida por Manuela Lara, directora de Proyectos y Desarrollos de Santillana.
Fue una de esas charlas intensas en las que dos especialistas educativos pusieron sobre la mesa cuestiones que en estos momentos todos nos preguntamos. Y lo cierto es que muchas de esas cuestiones nos mantienen aún con la mente en proceso reflexivo pensando y repensando cosas en las que tal vez muchos ni siquiera han reparado aún. Durante la charla, además, se utilizaron pequeñas intervenciones de estudiantes (en vídeo) que ayudaron a dar entrada a puntos clave para los conversadores.
De la desigualdad a la educación emocional
Lara abría la conversación con un pistoletazo en forma de pensamiento personal. Después de revisar artículos, webinars y redes sociales pudo constatar la enorme cantidad de veces que desde marzo se han repetido palabras como “desigualdad”, “híbrido” o “ed
ucación emocional”. “Quizás por eso, enunciábamos así uno de los primeros aprendizajes de La escuela que viene: Defendemos la escuela como un lugar de esperanza y posibilidad”.
Efectivamente, el colegio está siendo un lugar de esperanza para miles de estudiantes en el mundo, pero también un lugar que necesita de una potente revisión en estos momentos. Tal vez no se trate de hacer grandes cambios en su forma, pero sí en su fondo. La escuela necesita reforzar muchos aspectos que han quedado al aire durante la pandemia.
Barrero planteaba que precisamente cuando pensábamos que estábamos a punto de entrar en una segunda edad de la educación nos hemos dado cuenta de que no solo no la hemos alcanzado, sino que la primera edad de la educación, de la que nunca llegamos a salir, marcará la agenda de los próximos años. Unos años que vienen complicados.
La brecha que se agrandará
La crisis que vivimos no solo es sanitaria, eso lo sabemos, pero ¿somos conscientes de lo que está por venir en los próximos tiempos? “Se ha hablado mucho de la brecha digital, por ejemplo, como fuente de desigualdad, pero quiero recordar que después de esta pandemia se agrandarán aún más esas desigualdades y muchos de los logros que ya hemos obtenido en campos como el social, el económico o el cultural, seguramente lo perderemos”. Reflexiones que son absolutamente realistas. “Se avecina una gran crisis económica de la que saldrán perjudicadas las clases más desfavorecidas y eso en la escuela se va a notar mucho”.
Las propuestas de Zygmunt Bauman para una sociedad sana
Mientras tanto, todo diálogo es insuficiente. Necesitamos avanzar, prepararnos y hacerlo de una forma cooperativa. Esta crisis es cosa de todos, no de unos pocos. Tal vez por ello Carlos Magro parafraseaba al filósofo, ensayista y sociólogo polaco Zygmunt Bauman, que hacía tres propuestas para conseguir tener una sociedad sana: la idea de recuperar el arte del diálogo con los que piensan de manera diferente a nosotros, la necesidad de afrontar la desigualdad que ya venía de antes y pensar en la educación como el arma con la que recuperar el diálogo y combatir la desigualdad.
Socialización en la escuela
La escuela como lugar de socialización parecía uno de los asuntos que más preocupaban a los dos conversadores. Ambos insistieron en la necesidad de que las aulas estén abiertas. “El cierre tiene un componente traumático para muchos estudiantes”. Las palabras de Miguel Barrero mostraban inquietud por el hecho de que muchos alumnos aún no hayan vuelto a las aulas en algunos países. “Se puede producir un descenso en los aprendizajes, y eso es muy preocupante, pero también se produce una pérdida de lo social en los estudiantes. La escuela ha cobrado valor y ha demostrado que no tiene que estar solo centrada en el currículum, también en la socialización. Pero sin piel y contacto no puede haberla”.
La utilidad de lo que aprenden los estudiantes
Decía Inés Dusell, profesora Investigadora del Departamento de Investigaciones Educativas del CINVESTAV-IPN, México y doctora en Educación por la Universidad de Wisconsin-Madison, que la escuela es un espacio-tiempo definido, ya sea en un edificio, abajo del árbol o a la orilla del mar, que se propone un encuentro o conversación intergeneracional en torno al conocimiento. Esa conversación en general toma la forma del estudio o de la atención sobre el mundo, y tiene que hacerlo con cuidado, con una amorosidad que enseñe a mirar al mundo y a interesarse en el mundo. Y de nuevo los estudiantes nos lo reclaman. Partiendo de estas palabras, Manuela Lara lanzaba dos preguntas: ¿Cómo podemos favorecer que en la escuela aprendamos a estar juntos para hacer cosas en común y por el bien común? ¿Cómo pueden ver los estudiantes el impacto de lo que hacen en lo que les rodea?
Los dos conversadores coincidieron en que es necesario que los estudiantes vean que lo que hacen tiene significado y relación con el mundo en el que viven. “Necesitamos incorporar saberes, nuevas metodologías que interesen a los estudiantes. Necesitamos, sobre todo, flexibilidad”, apuntaba Carlos Magro.
Flexibilidad y autonomía
Precisamente flexibilidad fue una de las palabras más repetidas a lo largo de la charla. La pandemia ha traído pocos temas nuevos a la agenda educativa, pero sí uno crucial: la necesidad de hacer una relectura de lo que había: “mayor flexibilidad metodológica, curricular y de gestión”, apuntaba Miguel Barrero. Es necesario pasar de un paradigma escolar muy rígido y estanco a una escuela que sea flexible y que tenga autonomía. Los docentes la necesitan. “No soy partidario de derrumbar cosas que sí funcionaban, sino de reorganizar lo que no funcionaba”. Las palabras de Miguel Barrero estaban en sintonía con las de Carlos Magro, que tenía absolutamente claro que aquellos sistemas que funcionan mejor son los que confían en sus docentes.
La charla hizo un gran reconocimiento al papel de las escuelas rurales en estos momentos complejos y al de todas aquellas escuelas distintas a las convencionales: en selvas, en hospitales, en cárceles… Precisamente a ellas dedicó uno de sus últimos ciclos el proyecto de Fundación Santillana La escuela que viene. La importancia de poder tomar decisiones en comunidad y para la comunidad desde la escuela es algo de un valor incalculable y que muchas otras escuelas convencionales están copiando como algo novedoso. Innovar es un diálogo con la tradición, como remarcaba Carlos Magro. “Pero innovar es dialogar con los márgenes, con las periferias, como son las escuelas rurales, donde han tenido que gestionar la escasez”.
Sin duda, una conversación enriquecedora, frases sobre las que meditar, con las que aprender, mensajes esclarecedores sobre una situación en cuyas consecuencias tal vez no hemos reparado lo suficiente, una mirada de halcón sobre la situación educativa que hizo mucho más que abrirnos los ojos y tres palabras que definen la escuela para los conversadores y que quedaron en la charla como el epílogo de estos tiempos que estamos viviendo: mirada, significado y esperanza.
La educación nos une.