¿Tienen los estudiantes de Centroamérica acceso a dispositivos para continuar con su proceso educativo en plena crisis de la COVID-19? ¿Qué ocurre con los que no lo tienen? ¿Cómo llega la educación no presencial a los lugares más remotos de la región? ¿Qué seguimiento están haciendo los gobiernos de lo que ocurre? Los ministros de Educación centroamericanos explican cómo están llevando a cabo sus objetivos en estos meses de pandemia. La palabra que más repiten es “inequidad”.
El mundo entero está pasando por una de las peores crisis que recuerda, pero los países más desfavorecidos económicamente lo están sufriendo de una manera especialmente dura. En el ámbito económico y, desde luego, en el educativo.
Aquellos lugares donde la desigualdad social era más pronunciada antes de la crisis de la COVID-19 están ahora intentado adaptarse, con mejores o peores resultados, a la imposibilidad de educación presencial que les está tocando profundamente los cimientos de la sociedad.
El profesorado ha tenido que adaptar la docencia de un día para otro, a improvisar sobre la marcha, a tratar de acercarse a los alumnos más necesitados…
Los países de Centroamérica no han escapado a esta realidad, excepto Nicaragua, que ha sido el único que no ha suspendido las clases presenciales durante la pandemia, a lo que se une la profunda crisis política que lleva viviendo desde hace unos años y las duras críticas nacionales e internacionales sobre cómo está gestionando la sanidad en estos momentos. Honduras, Guatemala, Panamá, El Salvador y Costa Rica (es cierto que cada uno de ellos tiene circunstancias socioeconómicas e incluso educativas diferentes) han hecho verdaderos esfuerzos para adaptarse a la nueva educación.
Y no solo los han hecho: aún no saben durante cuánto tiempo más tendrán que seguir esperando a la nueva normalidad ni las graves consecuencias que todo esto tendrá en el alumnado. El abandono escolar quizá sea una de las más evidentes cuando este huracán pase.
Sin embargo, cuando se parte de un sistema educativo ya deficiente, superar ciertas barreras se hace todavía más complicado. En países como Honduras, El Salvador o Guatemala el panorama es muy débil. Los alumnos más pobres no tienen apenas acceso a los procesos educativos, mucho menos en estos momentos.
Por ejemplo, en Nicaragua los datos más recientes registrados señalan que el 24,9% se encuentra bajo la línea de pobreza; en Panamá, es del 22,1%; en El Salvador alcanza el 38,2%; Guatemala tiene un 59,3% de pobres y Honduras suma el 68,9%.
Precisamente a mediados de junio Centroamérica sufrió una auténtica explosión de casos de muertes y contagios que hace que aún se encuentre muy lejos de recuperar la vida normal.
Compartiendo aprendizajes y experiencias
Durante una conversación mantenida entre los ministros y ministras de Educación de la región en un encuentro propiciado recientemente por la OEI, todos ellos y ellas pudieron compartir los aprendizajes durante la pandemia, los métodos que han puesto en marcha para llegar a los estudiantes de la escuela (por supuesto, no a todos) y cómo ven el futuro tras estos tiempos, cuando la realidad empiece a verse de manera más nítida.
La Covid-19 ha desnudado a muchos de estos países y ha sacado a la luz sus grandes deficiencias educativas. Por más que sus ministros se empeñen en demostrarle al mundo que la educación está llegando en estos momentos a los rincones más remotos de sus países.
Uno de los aspectos más complejos ha sido ese, tratar de alcanzar a los niños y niñas que están más lejos, en las zonas rurales, allí donde la tecnología no llega. Si bien es cierto que en estos casos los docentes suelen estar más cerca físicamente de estos estudiantes, el hecho es que precisamente era la distancia física el escollo insalvable.
Pero ¿tienen todos los estudiantes acceso a dispositivos?, ¿qué ocurre con los que no lo tienen?, ¿qué seguimiento están haciendo los gobiernos de lo que ocurre?, ¿cómo se sienten los profesores?
En la mayoría de estos países se ha recurrido a aprovechar todos los recursos que la radio y la televisión pueden proporcionar para llegar a los rincones más remotos: emisoras locales, canales de televisión nacionales y muchas horas de emisión educativa.
El boom de la telefonía móvil ya alimentó desde hace unos años la llegada de usuarios a internet. Costa Rica, Panamá y El Salvador son los países con una mayor tasa de penetración. El país con más usuarios de internet en Centroamérica es Guatemala.
Pero, desgraciadamente, internet no llega ni a todas las personas ni a todos los lugares y la principal fuente de conectividad, además, son los dispositivos móviles, con los que muchas veces aprender se hace realmente complicado.
Por eso la educación en remoto está provocando una gran desigualdad que está hiriendo profundamente a la región. Temas como esos y la superación de la trampa de una “retórica educativa hueca”, tal y como llamó Mariano Jabonero, secretario general de la OEI, a aquellas propuestas que se quedan en el aire, fueron algunos de los que se tocaron en un encuentro que recordó que en Iberoamérica hay 177 millones de niños/as y jóvenes que han visto interrumpida su educación.
Los y las representantes educativas centroamericanas pusieron en común sus ideas sobre cómo han manejado estas crisis e intercambiaron posibles fórmulas para encarar el llamado “día después” o la escuela del futuro.
Melania Brenes, viceministra académica del ministerio de Educación de Costa Rica
La pandemia llegó al país cuando todo el planteamiento del curso estaba desarrollado, incluido un aumento de la cobertura preescolar. “También estábamos trabajando intensamente en disminuir la exclusión en secundaria”.
Lo primero que hizo el ministerio cuando el 13 de marzo se suspendieron las clases fue mapear las poblaciones más desfavorecidas del país y poner en marcha el plan “Aprendo en casa”.
“En este plan de apoyo educativo a distancia hicimos cuatro escenarios de diagnóstico: estudiantes con total conectividad y dispositivos, estudiantes con no tanta conectividad, estudiantes con dispositivos, pero no conectividad y estudiantes sin conectividad ni dispositivos. Nos dimos cuenta de que los dos primeros representaban un 50 por ciento y los dos segundos al 50 por ciento restante. La orientación a los docentes la hicimos a través de Teams.
Uno de los grandes objetivos de estos meses para los docentes costarricenses ha sido enseñar a aprender a aprender en el hogar. Sin embargo, aún queda mucho por hacer con los alumnos más desfavorecidos social y tecnológicamente.
Carla Hananía, ministra de Educación, Ciencia y Tecnología de El Salvador
“Desde el primer momento, sabiendo cuáles eran nuestras coberturas (logística, educativa, prevención, comunicación y estadística y salud), creamos un microsite (dos millones de visitas) con guías pedagógicas actualizadas y un callcenter (7.000 consultas) para responder dudas. Queremos centrarnos en las oportunidades que esto nos ha dado y adaptar el currículum”.
La ministra insistió en la importancia de equilibrar el contenido académico y el lúdico en estos momentos y de priorizar por encima de todo la salud mental de los docentes y los y las alumnas frente a las situaciones de desesperanza que la pandemia está despertando en muchas personas en estos momentos.
Carla Ruiz Casasola de Estrada, ministra de Educación de Guatemala
Los dos grandes desafíos de la educación en Guatemala han sido trabajar en la educación curricular para adaptarse a esta nueva realidad y la necesidad de llevar alimento a los alumnos que comían en la escuela.
Ya desde marzo, el ministerio puso en marcha varios programas de televisión y radio para llegar a las zonas más lejanas donde no hay acceso a internet. “Hemos trabajado los idiomas nacionales a través de guías y, por supuesto, puesto a disposición de los alumnos recursos digitales por medio de la página Aprendo en casa” (que recibe 35.000 visitas diarias).
Arnaldo Bueso, ministro de Educación de Honduras
Honduras comenzó el proceso de adecuación curricular con la coordinación de muchos actores que empezaron a trabajar en cuatro procesos diferentes partiendo de que usar plataformas digitales es muy complicado en ese país. “Unos 125 canales de televisión han dado tiempo de forma gratuita para ofrecer programas en vivo y grabados para Educación Básica y Prebásica. Se logró un acuerdo con todas las compañías de cable del país para poder transmitir desde la Secretaría de Educación. También se está utilizando la radio con cobertura nacional. Con esto hemos atendido a muchos alumnos cuyas familias no tienen recursos para comprar dispositivos electrónicos. Para atender al resto está la atención con guías que se distribuyen a través de los gobiernos locales en zonas rurales”.
Existe un mecanismo para evaluar a los docentes y el ministro admite que el sistema educativo se está reinventando a diario.
Miriam Raudez, ministra de Educación de Nicaragua
Nicaragua ha sido el único país de Centroamérica que no ha suspendido las clases durante la pandemia y se ha centrado en poner en marcha un protocolo centrado en la prevención desde la escuela. “Es cierto que ha habido bajas de asistencia, pero nuestro Gobierno está muy preparado en tecnologías digitales”. La ministra reconoce, sin embargo, que los costes de los dispositivos son muy elevados para las familias.
Las zonas rurales han sido prioritarias en estos momentos.
Maruja Gorday, ministra de Educación de Panamá
Como todos los países de Centroamérica, Panamá también ha recibido apoyo de organismos internacionales durante estos meses de emergencia educativa. A diferencia de otros países de la región, desde el ministerio se ha prestado especial atención a atender a los grupos que considera más vulnerables, como son en este caso los 32.000 estudiantes que se gradúan y van a pasar a la universidad. “Desde algunas universidades, de hecho, nos han dado muchos recursos para preparar a estos estudiantes”, dijo la ministra.
Panamá está haciéndose ya a la idea de que hasta finales de este año no se volverá a la escuela y hasta entonces los y las alumnas podrán seguir también las 31 horas semanales de televisión educativa de que disponen.
Previsiones para “el día después”
Las previsiones para el “día después” no son todavía muy tangibles en Centroamérica. Los ministros quieren dar acceso a un sistema que garantice los servicios básicos para una modalidad presencial y no presencial, lo cual no deja de ser el deseo que tienen el resto de los países más afectados por esta crisis y algo que en la región suena a estar muy lejos de cumplirse. La economía de muchos países centroamericanos hace que no sea fácil pensar en miles de hogares conectados a clases virtuales a través de un ordenador personal.
Se reclamará a los centros una educación más flexible de la que existía hasta ahora con una participación de las familias más intensa. Precisamente ese es uno de los aspectos positivos de esta situación: pensar en que después de ella las familias se involucrarán más en la educación de sus hijos, exactamente como lo han hecho en su mayoría en los últimos meses.
Uno de los conceptos que más se repitió en la conversación fue el de la educación híbrida como imprescindible y definitiva en el futuro. Una educación híbrida con dos claros enfoques: la inclusión y la reducción de la brecha pedagógica.
Cualquier escenario es posible y por ello se hace necesario estar preparado para afrontar situaciones diferentes. Los protocolos para el regreso a clase están establecidos, pero sin prisa, garantizando siempre la seguridad de los estudiantes y los profesores/as. La frase más repetida: “El aprendizaje en casa no desaparecerá”. Pero cabe preguntarse ¿para quiénes?, ¿para los estudiantes con acceso a las tecnologías y a las redes de datos? ¿qué ocurrirá con los demás?, ¿están condenados a renunciar a su educación?
Las administraciones parece que se han dado cuenta de que ha habido una revolución educativa y de que volver a los viejos sistemas sería todo un error. Hay que corregir viejos errores y solucionar viejos problemas. Los que provoca la inequidad son los primeros que los ministros quieren atajar. ¿Será posible? Como decía Paulo Freire, “la educación se rehace constantemente en la praxis”. Sigamos practicándola adaptada a los nuevos tiempos para conseguir esos objetivos tan valiosos y tan necesarios para millones de estudiantes que en estos momentos se están quedando fuera de juego.
La educación nos une.