skip to content

Las 10 claves del Manifiesto de “La escuela que viene”

Sticky note on blackboard, Manifesto

En plena explosión de la crisis educativa por la pandemia de la COVID-19, Fundación Santillana supo que era necesario encontrar voces que pudieran aportar algo de luz a lo que estaba ocurriendo. La sociedad estaba cambiando, el mundo estaba sufriendo una transformación abrumadora y la educación estaba viviendo una metamorfosis nunca antes experimentada en la historia moderna.

Era la primera vez que nos enfrentábamos a algo de estas características y resultaba absolutamente necesario tratar de abrir camino para buscar soluciones pero, lo más importante, para poner encima de la mesa todas las ideas y propuestas que suscitaba esta nueva situación educativa.

“La escuela que viene. Reflexión para la acción” es un proyecto que nació en mayo como un lugar de reflexión colectiva, de colaboración, de construcción de diálogo y esperanza y como punto de inicio para replantearse muchos aspectos de la escuela que han demostrado con esta pandemia no tener sentido para el futuro. La transformación colectiva es la seña de identidad de este proyecto y su objetivo más inmediato, hacer una escuela contemporánea.

Después de tres meses de trabajo y reflexión, de conversaciones, de intercambio de ideas, de experiencias entre más de 100 voces de 30 países de todo el mundo, de decenas de contribuciones en la web de La escuela que viene y de miles de aportaciones de los asistentes en los chats de los diferentes encuentros online surge el primer documento que plasma los pilares de lo que muchos creemos que debe ser el futuro de la escuela.

Se trata de un documento coral cargado de ideas y propuestas de mejora para la escuela y su entorno, adaptadas a la nueva situación que estamos viviendo y que, desafortunadamente, no sabemos hasta cuándo durará.

Nombres como Claudia Costin, Rebeca Anijovich, Paula Barros, Yanina Fantasía, Miguel Brechner, Inés Dussel, Mariano Fernández-Enguita, Hugo Díaz, Daniel Brailovsky o Lea Sulmont, entre otras muchas personas vinculadas directamente a centro educativos, además de los tres expertos que han guiado la conversación a lo largo de estos meses: Alejandra Cardini, directora de educación de CIPPEC; Alfredo Hernando, creador del proyecto Escuela21, y Carlos Magro, presidente de la asociación Educación Abierta, forman parte de esta iniciativa. Todos ellos, hasta llegar a 107 personas, han aportado su conocimiento y su experiencia para lanzar un Manifiesto partiendo de los aprendizajes obtenidos a lo largo de los tres grandes ciclos de reflexión que permitieron a la Fundación Santillana organizar la conversación: “El sentido de la escuela”, “Evaluación de los aprendizajes” y “Escuela digital: qué nos deja la pandemia”.

Este Manifiesto pretende ser el punto de partida para hacer el camino juntos y evidencia lo que debe ser la escuela en estos momentos y a partir de estos momentos, los principios básicos que debe cumplir y el significado que debe tener para quienes la viven, especialmente después de ver sus debilidades.

Así es la escuela que queremos y así es como la entendemos entre todos, en diez ideas clave que resumen este trabajo cooperativo y que es el resultado de muchas horas de análisis y reflexión profundas. Estos son los pilares del proyecto:

1. Defendemos la escuela como un lugar de esperanza y posibilidad.

La escuela habilita un tiempo y un espacio desvinculado del tiempo y del espacio tanto de la sociedad, como del hogar. Nos pone en relación  y vincula con los saberes que nos permiten comprender y actuar sobre el mundo. Nos pone en contacto con lo común. Con aquello que hemos decidido salvaguardar y compartir, con nuestra historia, pero también con nuestros futuros comunes posibles. La escuela juega un papel fundamental atenuando nuestras fragilidades, suspendiendo las desigualdades y las profecías del fracaso. La escuela es el espacio para aprender a vivir esperanzados.

2. Afirmamos que la escuela es insustituible, pero que la escuela sola no puede. Apostamos por impulsar una metodología y una evaluación de los aprendizajes que se centren en el cuidado.

Reconocemos el papel fundamental que la escuela juega en nuestras vidas, las individuales y las colectivas. Pero constatamos, de manera creciente, cómo la escuela se ve desbordada por las responsabilidades que se le demandan. Sabemos que los principales retos educativos no son escolares, sino sociales. Y queremos actuar en consecuencia. Creemos que todos tenemos una responsabilidad compartida por la educación y trabajamos para que la escuela que viene sea la escuela que todos necesitamos y queremos. Que la escuela que viene sea la escuela de todos.

 

3. Apostamos por impulsar una metodología y una evaluación de los aprendizajes que se centren en el cuidado.

El mundo entero ha vivido distintas etapas de escalada y confinamiento en crisis, pero el reto aún no ha concluido. Necesitamos encuentros, actividades, proyectos, reuniones… en formatos virtuales, presenciales e híbridos, que cuiden a los estudiantes, a los maestros y a sus relaciones.

El proceso de enseñanza y aprendizaje es un diálogo donde la confianza, el respeto y el afecto deben primar más que nunca ante las desigualdades y la crisis, poniéndose a la altura de contenidos y competencias, antes y después. El éxito escolar depende, más que nunca, del cuidado.

4. Creemos que los propósitos y objetivos educativos son los que deben guiar la transformación hacia una escuela digital.

Las tecnologías digitales multiplican las oportunidades a una gran velocidad, a un ritmo que apenas logramos registrar. En este camino, son las grandes preguntas educativas las que pueden ayudarnos a que las tecnologías digitales estén al servicio de la enseñanza y el aprendizaje de todos los estudiantes. La pedagogía y la política son dos aliados claves para dar el sentido a este recorrido.

5. Reconocemos diferentes escuelas digitales.

Lejos de pensar que las tecnologías pueden ofrecernos soluciones universales, creemos que es necesario contemplar las diversas realidades locales y las necesidades particulares de cada estudiante, de cada escuela y de cada nivel educativo. La multiplicación de oportunidades del mundo digital radica tanto en su potencial para escalar como en la posibilidad de adaptar los procesos de aprendizaje, las instancias de acompañamiento y las capacidades de gestión.

 6. Distinguimos diferentes formas de desigualdad.

 

Las soluciones de educación remota han demostrado un potencial enorme para brindar nuevas formas de acceso en un contexto de aislamiento. Sin embargo, la pandemia reveló enormes desigualdades que observamos tanto en las diferentes posibilidades de acceso a conectividad y dispositivos, como también en las habilidades digitales de estudiantes y las oportunidades de acompañamiento familiar. La escuela que viene debe contemplar el potencial digital en busca de un mayor acceso y calidad educativa.

 7. Animamos a la autonomía, a la flexibilidad, a los proyectos de innovación y a dotar con los recursos necesarios para cada escuela.

El desafío de la escuela que viene se juega en la glocalidad, pero las decisiones y las actuaciones de éxito son locales, viven en el equipo de docentes de cada escuela y su proyecto. La crisis ha afectado a todos globalmente, pero las  soluciones solo son practicables en cada realidad, dando autonomía a las escuelas; una autonomía que debe acompañarse de los recursos necesarios.

Los sistemas educativos son, sobre todo, redes de escuelas. La educación se hace vida en la escuela y solo la escuela, como unidad de cambio, y las escuelas, como red, harán crecer y mejorar a los sistemas.

8. Sostenemos que en la escuela ante todo educamos.

Y que la educación, a diferencia del aprendizaje, está siempre enmarcada por un sentido. Defendemos que la escuela no es un lugar cualquiera de aprendizaje y que el aprendizaje escolar no es cualquier tipo de aprendizaje. En la escuela no solo aprendemos en el vacío, sino que siempre aprendemos algo, lo aprendamos para un propósito y lo aprendemos de alguien. En la escuela aprendemos a estar juntos para hacer cosas en común. La escuela aprendemos a través de relaciones, vínculos y afectos.

9. Impulsamos las comunidades educativas.

Las escuelas son comunidades, las escuelas son los alumnos y los docentes. Si la escuela nunca se confinó fue gracias al profesorado. La escuela no es un edificio, ni un lugar concreto. La escuela nace donde ocurren los aprendizajes, donde una alumna aprende, en el cine, en la pantalla, en la montaña… y donde un docente acompaña con sentido y un diálogo intergeneracional diseñado para alcanzar la comprensión. Creamos en los docentes y confiemos en los alumnos. Nosotros creemos en los docentes y confiamos en los alumnos.

 10. Estamos seguros de que la escuela que tiene sentido es la que tiene sentido para todos y todas.

La que ayuda a todos a dar sentido a la vida escolar. La que nos permite, independientemente de nuestros antecedentes, aptitudes o talentos, alzarnos sobre nosotros para renovar el mundo. La escuela que es capaz de atender las diversidades existentes, y ofrece a todas las personas las máximas oportunidades para desarrollarse en todos los ámbitos de la vida. La que desarrolla habilidades como la autonomía, reflexión crítica, la atención o el cuidado hacia los otros. Imaginamos la escuela como un lugar de emancipación, que fomenta una enseñanza socialmente justa y no deja a nadie atrás.

 

Esperanza, responsabilidad compartida, una escuela para todos, una transformación hacia una escuela digital, una mayor calidad educativa que trate de reducir las desigualdades, el valor del aprendizaje, de los afectos, de los cuidados… Este Manifiesto pone las cartas bocarriba. Evidencia las necesidades más acuciantes y hace propuestas de mejora. Aprovechemos estos momentos de incertidumbre para llevarlos a la práctica, para hacer realidad el concepto más real de escuela del futuro. Porque no sabemos cómo será la escuela que viene. Porque queremos lo mejor para ella.

Porque la educación nos une.